miércoles, 29 de julio de 2009

Dia 1

Después de dar muchas vueltas en mi cama, de levantarme a beber agua y de hacer una breve pero intensa visita al lavabo, he decidido que, por mi bien, debía crear un diario. ¿Para qué? me pregunté al instante. "Para acordarme de todo aquello que me pasa por la mente", me contesté después. "Por tu cabeza sólo pasan tonterías y mentiras", me dije irritado. "Hay cosas que merecen la pena", contesté rápidamente. Así que después de una larga conversación conmigo mismo, creo que será la mejor opción. Además, es importante que me acuerde de todo aquello que me pasa por la cabeza, así me lo han recomendado. Pero me estoy dando cuenta de que soy un desconsiderado. No me he presentado.

Me llamo Gabriel y tengo la edad que me echéis. Eso me gusta más que lo que tengo en mi carnet de identidad. Actualmente no trabajo, pero es simplemente porque no quiero. Ahora muchos pensarán: "qué arrogante este Gabriel que crea un blog, él no trabaja porque no quiere y yo que busco faena desesperadamente y no la encuentro". No soy arrogante, simplemente creo que conocerse a si mismo es mucho más importante que ir a trabajar. "¿Y cómo como?", se preguntará la mayoría. Pues me dan de comer. Simple y llanamente.

Después de estas presentaciones muy informales, daré paso a lo que yo llamo "mi terapia". "¡Qué tontería!", me vuelvo a decir, así que me levanto y miro por la ventana. Vosotros no estáis donde yo me encuentro, así que no podeis ver lo mucho que yo veo. Después del cristal un tanto sucio de mi habitación, se abre un mundo. "Desde mi casa también", diréis muchos. Sí, es evidente. Pero lo que se abre para mí es un mundo. Hay una explanada de color amarillo gastado con un bonito naranjo tan grande como la palma de mi mano. "¿y cómo lo sabré yo si eso es verdad?" os preguntaréis algunos de vosotros. No hay nada más humillante que la confianza ciega en algo que no puede corroborarse. Lástima, deberéis confiar en mis dudosas palabras. Para los que os gusta la literatura barata de explicaciones absurdas y detalladas sobre la meteorología, os diré que hace un día precioso. Las nubes se han arremolinado en torno al sol y bailan con él una música espamsmódica. El astro anda triste hoy, está dando la espalda al mundo y el cielo está llorando contínuamente. Un día precioso, si señor. Nuestro techo está tapado y la luz sólo confiere a mi paisaje un aire gris. Un día estupendo.

He caído en un error estúpido. Esto era un diario, no una explicación comunitaria de todo aquello que veo. En principio, debería explicar lo que ocurre en mi cabeza. Pero yo no lo sé y hay mucha gente que tampoco. Funciono de manera inusual y eso me encanta y me aterra a la vez. No entraré en detalles, creo que es completamente absurdo. Mis sentimientos son algo que nunca logro entender y siempre los dejo en un segundo plano, junto a mi ignorancia.

Me he entretenido demasiado y ahora no recuerdo qué quería contar. ¡Vaya tontería! ¡Ah, sí! Debo contar algo que me ha sucedido hoy y que no he entendido en absoluto. Estaba en mi habitación, como casi siempre, cuando alguien ha venido a visitarme. Era un hombre de complexión robusta, que me ha asustado al principio ya que yo soy más bien menudo. Llevaba unas gafas ridículas y un traje exótico. En su mano brillaba un reloj que bien valdría todas mis posesiones. No me ha dicho hola ni se ha presentado, cosa que me ha parecido en un primer momento totalmente descortés, haciendo que mi amable rostro se mostrara enojado.

-Cada vez te queda menos, Gabriel - me ha dicho enarcando una ceja.
-¿Cada día me queda menos para qué? - he contestado yo impaciente de tanto misterio.
-Para aquello de lo que ya hablamos - me ha dicho contrariado.

Os juro que no sé de que me estaba hablando, me he quedado largo rato pensando qué era aquello de lo que hablamos. El silencio se ha hecho mortal, así que he soltado una estupidez.

-Claro, sí...-he dicho tratándole de loco - ¿de qué hablamos?
-Gabriel, no lo pongas difícil que bastante me costó explicártelo con detalles. Mañana empezarás, así que estate listo a las ocho en punto.

Este hombre me ha dado mala espina desde el primer momento y me ha dado la impresión de que si le llevaba la contraria, esos fornidos brazos me quitarían mis triste vida. Y como no quiero morir aún, le he seguido la estupidez hasta el final de la conversación.

-A las ocho estaré, sí. Vestido y arreglado para la ocasión.
-No digas tonterías. Hasta mañana.
-Adiós.

He cerrado la puerta y he vuelto a mi habitación. ¡Qué raro! Un desconocido diciéndome que mañana debo estar listo. Os advierto de una cosa, el mundo cada día anda más loco. Seguramente mañana no se acordará y me dejará en paz. No lo sé.
Mañana sabré si este señor es un loco o es un loco además, peligroso.

Desde VB, Gabriel.

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